domingo, 3 de julio de 2022

Lealtades
 
Adelante el contorno de los puentes
la niebla del río
el reposo del agua…
 
Atrás se quejan las maderas de las casas
                               por haber perdido sus colores;
                          los depósitos del puerto
                                 por la soledad bajo sus techos;
                          el viento
                                 por encontrar a La Boca tan distinta...
 
¿La nada se regodea en el escarnio?
 
En la penumbra de esquinas y pasillos asoman rostros de otros ciclos:
 
   No afanamos, ¿sabés?
 
   Pasamos las de Caín, pero no afanamos:
       comimos basura;
       laburamos hasta que el lomo, las manos, los ojos ardían;
       nos alumbramos con velas;
       cocinamos con un calentador a kerosene;
       dormimos amontonados en piezas de conventillos, en galpones…
 
   Pero no afanamos
           ni fuimos alcahuetes de nadie.
 
   Y todavía nos quedaban ganas de salir a la calle
   para exigir justicia;
   para reclamar una jornada de ocho horas;
                           el descanso dominical;
                          un salario digno…
  
   Nos quedaban ganas de publicar nuestras ideas, de luchar, de gritar qué hacíamos;
   aunque la cana y los milicos se nos vinieran encima;
   aunque políticos, usureros
                y “los nenes de mamá” con sus mujerzuelas nos hubieran declarado la guerra.
  
   Porque sabíamos que la libertad es difícil de conseguir.
 
¿Cuántas veces nos consuela una Voz
          que recordamos de ahí, donde hicimos un alto?
 
Una Voz que remite a Eternidad
como si todos los bosques, los pájaros, la Gente amiga de la Luz
fueran Uno con nosotros;
como estar fuera de límites que no elegimos
                            de líneas de indiferencia;
como escuchar la prédica de quien se alejó
y -sin embargo- permanece
a la manera del mar
cuando deja su espuma a orillas del desierto.
 
¿Quién sabe cómo será el renacer?





 

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