Pórticos
Estoy de pie en el aula donde nos conocimos,
donde nos amamos, una vez.
Miro cómo, detrás de la ventana, crecieron árboles a orillas del camino,
cómo otros faltan, y su lugar es señalado por hojas ajenas
que el viento amontona entre silbidos.
Pero, sobre todo, es tu voz la que escucho,
tu canto,
que cae a mí
un poco más acá de esta niebla
la cual devora poco a poco las formas que me rodean.
Y suplico que abras del todo mi conciencia
para contener al fin remolinos de tiempo
de espera
con tu hálito,
semejante a una cortina de luz que atraviesa el vacío
y la ausencia;
con tu magia,
que devela las puertas que el hado ofrece para abrir o cerrar
( y conforman una cadena de acertijos
cuyo significado -aunque puedo presentir-
no alcanzo a comprender).
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