En el aire
los ojos
las fauces de unas mandrágoras
a manera de nubes sobre una colina
donde retumban voces y ecos de una advertencia
repetida desde la antigüedad.
Abajo
la casa
el cielo de una mañana
entre las ramas del ciruelo que recuerda aquella calma.
Recordá conmigo:
Antes del destierro….
Después, al tacto, la realidad, la otra
emergiendo por un estrecho de sombras
en ondas de cilicio y grava
desde la tabla de los sueños.
Ahora, la ventura,
cuando llegás
cuando tomás mis manos, con fuerza,
y la lluvia -esa amiga oportuna, de siempre-
nos ayuda a descifrar el tiempo.
Obra pictórica: La Venus del espejo, de Diego Velázquez (actualmente en The National Gallery, London, U.K.).
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