lunes, 27 de enero de 2020

Faros

El cielo solloza.

Entre relámpagos se destaca la torre
rodeada por gigantes de cabezas esculpidas en un rito de odio
  -habitantes de la ciénaga
   quienes codician tinieblas desde la desaparición de sus voluntades
    y, a la vez, temen a las nubes:
                                 prestas para arrojarles cuchillos en llamas-.

A la espera de un lugar
en el espacio de lo eterno
alzo una antorcha para iluminar nombres
escritos sobre los zócalos de la historia.

En el jardín, un vidente (aliado de búhos
                                                   en un celeste de luz)
intenta demorar cada segundo.

No estamos tan solos:
                    todavía quedan jirones de Fe
y el mar está pronto a irradiar reflejos de vida
en un rato
después de que aunemos ilusiones
perdidas
en antiguas jornadas.


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