Certidumbres
No tengo miedo, sólo sed, la misma que sentís Vos:
la sed de la locura.
Es temprano.
Se ha mencionado al destino.
Se escuchó el llanto de uno, de dos…,
de varios corazones
el clamor de las Almas.
Tu cuerpo y el mío
como mariposas entre la niebla
luchando
para encontrar un refugio
para no caer en las redes de la impaciencia.
Son horas de espera
de tallar la noche con ojos de madre:
adivinando promesas, ilusiones y pesadillas
-prevenirse, nunca vagar a ciegas,
no asistir a una fiesta de lamias-.
Ahora medimos el tiempo con relojes de hielo.
—Hasta aquí llegamos —decís semejante a un tribuno
que contempla sus huestes cercadas.
Y es que estaremos perdidos si no logramos encender la imaginación
y hacer que vuele
de una vez
bien alto
siguiendo una fragancia de lengas, de notros y ñires
que nos lleve de regreso, para siempre, al bosque
donde nos aguardan pájaros
aleteando
en la tenacidad de su vigilia.
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