Aguantaderos
Aquella esquina
-donde sentados a una mesa ambos nos escuchábamos
frente a tazas que humeaban-
cubría la clandestinidad
bajo su cielo raso de ladrillos
como un cubil.
Así resistíamos.
Porque las noticias eran confusas
-sabíamos que (cada tanto)
los armadores de discursos divulgaban mentiras
para confundir a la población-.
Porque en el insomnio la realidad se disuelve
con la espera
y esa tarea, esperar,
nos comprometía
nos obsesionaba;
esperar
a que un ángel surgiera de un soplo de brisa
para empujar el corazón
a latir,
a seguir en su empeño ante cada abismo donde anidaba el desdén,
a conservar ideales
tallados en su interior.
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