Sirenas
Una vez, tras embates de razón, desafiamos a las musas.
Es cierto.
Quizá afirmes que por nuestra arrogancia perdimos cada tocado de plumas
-que ustedes lucen, semejantes a trofeos-
que mejor hubiéramos contentado el espíritu cantando a las olas
en lugar de ejercer fascinación y crueldad con los marinos
quienes -a su turno- nos ofendieron.
También acuerdo.
Pero han pasado demasiados siglos
hasta el presente
y sin embargo fútiles para aplacar vuestra venganza.
Aquí estamos, todavía,
sufriendo el castigo.
Aquí permanecemos
buscando tu mediación;
pues sólo tu misericordia, y la de tus hermanas,
podría devolvernos la perdida apariencia.
Si así resulta, si la piedad ha de conmoverlas, Erato,
en un éxtasis de regocijo habremos de acercarnos a las costas
de nuevo, en medio del gozo que compartimos,
aleteando sobre la espuma de las rompientes,
como lo hacíamos todos los días
con los tritones
antes
del inicio de esta era.
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