Hay pipas encendidas esta noche,
y copas encima de las mesas
con las que se apaga toda sed de paz.
Entonces puedo descubrir el secreto de permanecer un rato más, aquí,
cerca del fuego,
entre rumores de caminantes
-esperanza que fondea en el cuerpo-
y parece que un hilo de frases fuera suficiente para remolcar una tregua
a cerebros intoxicados de codicia.
Tal vez estoy invocando respuestas
y me conformo con plantear preguntas
a cada bocanada de humo,
hacia el cristal empañado,
donde en una ocasión escribiste nuestras iniciales.
Afuera, la luz de la luna dibuja tu silueta
desde la penumbra de los árboles
junto a rostros, trazos de recuerdos, y proclamas;
en las paredes del tiempo.